SILOS
En el sector oeste del poblado, cerca de la alcazaba, se han encontrado un conjunto de seis silos a los cuales se llegaba siguiendo la calle principal trazada de norte a sur, en una zona donde la roca natural del cerro era más blanda.
Los silos, en arqueología, son estructuras negativas excavadas en la superficie que servían para almacenar grano. De esta forma, al estar emplazados en el suelo, se preservaba de la podredumbre y de los roedores, pudiéndose así acumular una cantidad suficiente durante un tiempo prolongado para aprovisionar al poblamiento. Normalmente, las paredes y la base de un silo se solían recubrir de un revoque amarillento con el fin de aislar su contenido del exterior, quedando parte de ese enlucido todavía visible en la actualidad.
Durante la excavación de estos silos, se han podido extraer, especialmente en el fondo de los mismos, interesantes hallazgos arqueobotánicos como, por ejemplo, semillas carbonizadas de trigo y cebada, lo que evidencia que la producción agrícola estaba enfocada a la explotación cerealista de secano propia del área mediterránea.
Los silos, por su parte, tenían una vida útil tras la cual, al tratarse de agujeros de hasta casi dos metros y medio de profundidad, se convertían en un peligro para la población local. Por este motivo, se colmataron con escombros y desperdicios, para minimizar los riesgos de que una persona o animal se precipitara en su interior y servir también de vertedero público. Desde el punto de vista arqueológico, esos desperdicios son auténticos filones de información que nos permiten reconstruir su estilo de vida.